domingo, 12 de enero de 2014

Reconstruyen tres carros etruscos del siglo VII a.C

La célebre Tumba, localizada en la Necrópolis del Sorbo en Cerveteri (Roma) y excavada en 1836, por orden del Arcipreste Alessandro Regolini y del General Vincenzo Galassi, constituye uno de los contextos más significativos relativos al Período Orientalizante de Etruria (un fenómeno de amplio alcance que entre el año 730 y 580 a.C. involucraría las culturas más desarrrolladas del Mediterráneo), no sólo desde el punto de vista estético sino también por los aspectos formales de su ajuar ligados al ritual funerario, y asume un valor ejemplarizante así como analógico del conjunto ceremonial que acompañaba a los príncipes etruscos tanto en su vida como en su muerte.Los materiales originales, que han permitido recomponer los tres vehículos, fueron ya restaurados inmeditamente después de su descubrimiento, sin someterlos a una intervención científica. Así pues, desmontando las antiguas reconstrucciones -cabe citar al respecto el curioso caso de un trono reinterpretado en uno de estos carruajes, por Maurizio Sannibale, comisario del Museo Gregoriano Etrusco- el reciente proyecto se presentaba muy complejo dado el carácter polimatérico de los carros: las partes de bronce, de hierro y de madera supervivientes, han sido reinstalados en los modernos soportes de madera, que aportan una nueva versión de la biga.Ésta se distingue en el panoramana etrusco-itálico por la fiel inspiración en la tipología griega, intuída anteriormente sólo por las típicas ruedas de cuatro radios. Actualmente, se pueden reconocer los trazos peculiares en la planta rectangular de la caja, en su amplitud pensada para alojar a dos ocupantes uno al lado del otro y no uno detrás del otro, en la forma de la barandilla y, especialmente, en la disposición  de un yugo que se fijaba en el lomo y no en el pescuezo de los caballos, un tipo de tracción habitual en el mundo griego, aunque excepcional en el etrusco-itálico.Asimismo, el carro de transporte ha cambiado su aspecto y pasa de la anterior reconstrucción de cuatro ruedas a la actual de dos ruedas.  El otro par de ruedas, pertenecía en realidad a un tercer vehículo encontrado en la tumba, decorado con láminas de tema animalista, que inducía a imaginar, reconstruir y adornar una inverosímil ‘silla gestatoria’. Este tercer ejemplar ha resultado ser una calesa, perteneciente a un tipo conocido tanto en las representaciones como en los restos metálicos hallados en tumbas,  generalmente emparejada con el carro más común, el coche.La realización de las nuevas estructuras de madera de los tres carruajes -con notable aproximación a la forma original- ha seguido el criterio de soporte esencial de los antiguos restos metálicos, mientras se ha evitado reproducir un componente fundamental como era la piel, usada para cerrar el habitáculo de biga y calesa y para reforzar entre sí las partes estructurales de los tres vehículos.Los Etruscos y los pueblos de la Antigua Italia acostumbraban a deponer en la tumba de un jefe -e igualmente de la consorte- losvehículos que pertenecieron a él o a su familia, como una prerrogativa de rango. Por consiguiente, las sepulturas de los miembros de la élite etrusca quedaban encerradas en el interior de túmulos monumentales y los carruajes de ruedas, utilizados por los propietarios en su existencia, se colocaban en cámaras funerarias junto con aparatos de diverso género, como testimonio de un estilo de vida aristocrático, derivado del mundo próximo-oriental.
Carmen DEL VANDO BLANCO

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